La entrevista comenzó, el productor nos puso un vaso de agua a cada uno y empecé a recordar todos los consejos que me dieron al dar una entrevista, como no ver directo a la cámara al menos que me dirija al público y mantener mi atención fija en quien me entrevistaba. El último punto fue el que menos me costó trabajo ya que la entrevistadora cuando empezó sonreía y me hacía sentir tranquilo; comenzó con una de las doce preguntas, e iba agregando a cada pregunta algún dato curioso que sabía sobre mi o preguntando más cosas, a las cuales yo respondí con seguridad, aunque mis nervios se notaban con cada trago que daba al vaso de agua.
La entrevista termino con una gran carcajada de ambos y un abrazo. Al momento de sostenerla en mis brazos me di cuenta de lo pequeña y frágil que era, a pesar de aparentar ser una mujer segura, y fue en ese momento cuando decidí no soltarla, para comenzar una historia diferente. Una historia donde habría momentos de abrazos, carcajadas, miradas inexplicables, amor, besos, regalos, palabras de apoyo, muerte, llantos, enojos, celos, mal entendidos, inseguridades y bueno el final de esa historia es algo para contar otra ocasión. Sólo puedo decir que esas doce preguntas fueron para mí el antes y el después de mi vida.
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